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Cada acción conlleva una reacción. Es en el campo de las ciencias donde estos procesos suelen hacerse evidentes, mediante fenómenos como el eco que es finalmente una suerte de reflejo, no de imagen sino de sonido. En este tipo de retroalimentación o feed back que se establece entre un agente que afecta un medio y la respuesta que “refleja” tal estímulo, se establece una correspondencia de igual a igual. En otras palabras, el mismo sonido es devuelto o la misma imagen es devuelta también, pero de una manera fantasmagórica, casi mágica. No es “lo mismo”, es el fantasma de lo mismo hecho otro.

Ni la imagen en el espejo convertida en reflejo, ni el sonido convertido en eco son iguales a su imagen fuente, son una traducción en directo o en diferido del estímulo o referente inicial. Esta realidad equivalente, nos permite confrontarnos, conocernos y posteriormente reconocernos mediante una forma privada y personalizada. Nuestro reflejo ante el espejo, es tal vez el más honesto de nuestros jueces, sin mediación alguna.

Sin embargo, un espejo fragmentado complejiza aún más el proceso porque multiplica la imagen fuente de una manera caleidoscópica o fractal, donde “uno” es “todos” a la vez. Podría extrapolarse esta reflexión a la sociedad contemporánea, donde se desdibujan las diferencias al tratar de parecerse a una imagen modelo y obtener como resultado muchos “reflejos” de ese referente, por ejemplo; una estrella de la música pop y la multitud de fanáticos que al emular esa imagen ideal, devienen en pálidos reflejos de ella.

La palabra reflejo y reflexión comparten la misma raíz, pues en principio una reflexión o análisis, es un reflejo del tema inicial a partir de un problema. Es, de hecho, equivalente al cambio de dirección de la luz, de un sonido o de una fuerza al encontrar en su camino un obstáculo que le hace redirigirse.

Estos planteamientos iniciales, nos permiten adentrarnos no sólo en la forma sino en el fondo de la obra de María Otero, quien claramente, conoce el poder del espejo (este objeto-superficie que desde siempre nos ha desconcertado dado su carácter misterioso y místico) que captura la luz y la devuelve en imágenes. De igual manera, la artista convierte sus obras en una suerte de espejo al reflejar, ya no formal sino conceptualmente, la situación del país con sus realidades fragmentadas y afiladas al igual que su vida como mujer-artista creadora, en un contexto donde las “reflexiones” parecieran no tener eco.

Curaduria y texto por: Franklin Aguirre

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